viernes, 19 de febrero de 2010

Pobre Tarcila

Tarcila le había soñado tantas veces, que cuando lo vio no fue nada nuevo. Había vivido una y otra vez su olor, su forma, su piel. Sabía cómo se sentía, conocía su voz a la perfección. Cuando lo vio, ella supo perfectamente qué hacer, porque lo había ensayado como se ensaya una obra, había tenido su ensayo general, su último ensayo, porque sabía que pronto lo vería.
Cuando lo vio, sus pies y su voz no temblaron, como temblaron en el primer sueño. Cuando lo vio, sus ojos no se llenaron de lágrimas. Cuando lo vio, lo miró a los ojos fijamente. Lo miró y esperó a que él dijera esas palabras que ya había oido en sueños, pero que tenía que oirle decir en la realidad.
Él tenía que empezar la obra. Sus líneas eran las primeras, y de él dependía que todo saliera bien. Esperó. Lo miró. Le dijo con los ojos que lo diga, que diga eso que ella había soñado y que sabía de memoria.
Esperó. Él se empezó a poner nervioso. Sus pies temblaban. Su boca temblaba. Sus ojos, llenos de lágrimas, no le podían contestar. Su cuerpo estaba rígido, sus pies plantados en el suelo. Y no le dijo nada.
Tarcila siguió esperando, siguió mirando, siguió pidiendo. Y él no dijo nada. La obra fue un fracaso para Tarcila. Nada salió como debía. Los miles de ensayos fueron en vano. El hacer y rehacer esta escena en su cabeza fue en vano. Y ya no se repetiría, no habría una segunda oportunidad.
Para Tarcila no existían segundas oportunidades. Tuvo que borrar el sueño de su cabeza, y olvidar.

martes, 16 de febrero de 2010

Nosotros y los piojos

¿Te acuerdas de cuando teníamos piojos?
Ni a ti ni a mí nos importaba,
teníamos mejores cosas en qué pensar.
Después aprendimos a tener vergüenza,
pero no era propia, era de alguien más
que nos la imponía,
nos la obligaba.
No teníamos vergüenza: la fingíamos.
No teníamos vergüenza: la mentíamos.
No teníamos vergüenza
y hoy ya es nuestra.
Nos cubrimos como si nada,
como si fuera natural.
Nos escondemos, huimos, mentimos.
Nos sale como si nada y no lo pensamos.
Hoy el miedo y la vergüenza son nuestros,
pero los piojos ya se fueron.

lunes, 15 de febrero de 2010

La plaza

Los árboles están numerados. Yo estoy frente al 9. Algunos todavía tienen decoraciones navideñas y ha pasado más de un mes.
Los jubilados se sientan en las bancas desde temprano y ven pasar la mañana. Son los primeros en llegar para agarrar sombra. Unos cuantos ya se conocen y la mañana se les pasa más rápido, porque se entretienen contándose historias repetidas. Él no recuerda haberla contado, pero no importa, porque el otro no recuerda haberla escuchado.
La gente te pasa cerquita, como las gaviotas en la playa. Tú debes hacer como si no te importara.
"Tours", te ofrecen.
"Llamadas", te ofrecen.
"Caramelos", te ofrecen.
"Máquinas de afeitar, pegamento".

domingo, 14 de febrero de 2010

Dudo

Hace tiempo he estado pensando en irme de esta ciudad. De este país, en realidad. Casi, casi de este continente. Me veo bien paseando por Nueva York -nunca he ido, pero me imagino ahí sin problemas-, o por Europa -tampoco he ido y me da miedo lo que pueda encontrar.
Ya la ciudad se me hace triste, llena de lágrimas y melancolía, hace tiempo que dejó de ser nueva, hace tiempo que pasó de mi. O tal vez yo he pasado de ella, y no sé qué digo cuando digo "pasar de" solo sé que me refiero a que ya no. Ya no más esta ciudad.
Y también siento que todos se van, que todos pueden irse sin dificultad y a mi se me han clavado los pies y me siento culpable, me siento desagradecida y me da miedo, sí, me da miedo. Me da miedo ya no estar cómoda.
Pero estoy convencida de que me voy a ir. En un par de años, todavía no puedo. No puedo porque no puedo, no porque no quiera. Entonces ese no poder me hace sentir que en verdad sí quiero, pero hay unas obligaciones que me atan acá por un par de años más. Y también quiero esas obligaciones, las quiero con todo mi corazón, así que todo bien, me tomo mi tiempo para planear bien lo que voy a hacer cuando no esté acá y para qué me va a servir todo eso y qué voy a hacer cuando regrese.
Y ahora empiezo a dudar, elegir ir a un lugar es elegir no ir a otro. Es costo de oportunidad, es anteponer un sitio a otro. Es decidir: "este es mejor". Pero, ¿quién soy yo para decir "NY es mejor que Barcelona?" ¿Quién rayos soy yo para saber qué me conviene?
Empiezo a sentir miedo, empiezo a sentir miedo.
Hay muchas cosas, dicen que hay poco tiempo. Dicen que hay dos años, y yo no voy a poder hacer lo que iba a hacer en dos años.

jueves, 11 de febrero de 2010

Julio

Esa voz, esa voz que yo escucho y me provoca abrazarla.
Y si viene con música, con música me hace llorar.
Y yo no lloro.
No lloro lágrimas, lloro algo más o algo menos, pero algo diferente.
Son suspiros y sonrisas.
Porque cuando quiero llorar, yo sonrío.
Y cierro los ojos cuando te escucho, tan tierno, tan enorme.
Cierro los ojos, sonrío y respiro hondo, para suspirar largo y fuerte.
Me muerdo los labios, qué rápido lees, qué rápido hablas.
Una delicia.
Y dices plaf y dices adiós gotas, adiós.
No te estoy prestando atención, no lo necesito porque solo tengo que oir tu voz para sonreir.
Cómo no estás aquí.

sábado, 6 de febrero de 2010

Chiclayo

¿Qué te puedo decir? ¿Qué quieres que te pregunte?
Los niños me reclaman si la "e" me sale mal, me reclaman porque mi "I" parece "J". Yo les digo que por eso digo las cosas en voz alta antes de escribirlas y me provoca callarlos de una patada.
Me estoy esforzando. Y en esta ciudad la gente te atropellaría sin más. Y la otra gente se dejaría atropellar.
¿Qué te puedo decir? A veces preferiría usar la "y" en vez de la "ll", y me gustaría que empezara a llover, pero creo que está lloviendo y me acaban de decir "hello" y no pude contestar porque no entendí qué decían y definitivamente esas son gotas y esta es lluvia, solo falta que se la tome en serio y caiga un poco más y good bye.
Good bye.