aún eres árbol.
Evaristo no volverá
a buscar sosiego bajo tus ramas.
Evaristo, quizás,
dejó de ser.
Basta de llorar que eres árbol aún.
¿Qué será de los nuevos jóvenes
enamorados
que se acercarán a ti
y se echarán a tus pies?
¿Cómo los recibirás
si lloras?
¿A dónde irán las aves
que escogieron tus ramas
para anidar?
¿Qué harán?
Deja de llorar, Hebaristo,
no derrames más lágrimas.
Recuerda:
eres árbol aún.
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