Eres la sombra en la pared.
Esa cara de la luna
innegable,
imposible de olvidar.
Existe así
no pueda tenerla.
Los días eternos,
las noches que no acaban:
tú.
Cruel recuerdo
de una vida,
manejas los hilos
de una marioneta
que ya no ríe.
La sombra,
lo oculto,
el fin.
La mueca imparable
del amor.
El viento inmóvil,
este viento que pasa
y nos deja aspirando
el humo
el aire
enrarecido
que ahoga
y asesina.
También Tarcila
Lo mismo, solo que visto desde Tarcila
jueves, 5 de noviembre de 2015
jueves, 22 de octubre de 2015
Roma
Tarcila estaba enferma. Era la mujer de ese cuento, que cae en cama donde un insecto anidado en su almohada le chupa toda la sangre y muere al final. Nadie conocía la causa de su mal, hasta que la mucama, una vez muerta la señora, cambiando las sábanas descubre al animal.
Era ella.
O no. Era él, el hombre, el que queda viudo después de ver a la esposa en larga agonía sin poder hacer nada, sin ser capaz de llegar al fondo del asunto. Era los brazos cruzados, el ir y venir por la habitación, el conversar con los médicos, el perderla poco a poco, la impotencia, las manos atadas.
Era él.
O no, era ella, la otra ella: la mucama. La empleada fiel que nunca notó que en esa almohada un parásito se llevaba la vida, las mejillas rosadas, la risa, la juventud. Era la culpa, el debí haberme dado cuenta, el llanto en el cuarto del fondo, el pedir perdón demasiado tarde porque sabes que debiste haber hecho mejor.
Era ella.
O no, era ellos, los médicos. Era los doctores que no notaron que esto no era un debilitarse, no era enfermedad, no era muerte natural. Era algo me está matando, nos está separando de la vida, algo se apodera de mí y me lleva lejos. Y no lo vimos, no sabemos, no supimos. No importan la experiencia, los títulos, los diplomas en la pared. Te escurriste de nuestras manos como arena tibia en una mañana soleada.
Era ellos.
Era todos. Era la enfermedad, la muerte, la impotencia, los ojos cerrados, el no saber, el mirar al costado, el recuerdo y el verte al final del pasillo, sin color en el rostro, la sonrisa débil, las manos vacías y yo al fondo, al otro lado, lejos ya, muriendo, errando, desviando la mirada, cerrando el libro, final del cuento, adiós amado, adiós mi vida y no hay nada que pueda hacer ya, el sol se pone detrás de las olas, cierro los ojos, cierro el libro, se acaba el cuento, ve tranquilo, el amor duerme, se terminó el libro, llegó el final, nos escapamos, despedida infinita, que no termine este abrazo, pero mis ojos están cerrados y soy cuerpo inerte, el alma flota en la habitación y se va lejos, no queda duda: es el final.
Era ella.
O no. Era él, el hombre, el que queda viudo después de ver a la esposa en larga agonía sin poder hacer nada, sin ser capaz de llegar al fondo del asunto. Era los brazos cruzados, el ir y venir por la habitación, el conversar con los médicos, el perderla poco a poco, la impotencia, las manos atadas.
Era él.
O no, era ella, la otra ella: la mucama. La empleada fiel que nunca notó que en esa almohada un parásito se llevaba la vida, las mejillas rosadas, la risa, la juventud. Era la culpa, el debí haberme dado cuenta, el llanto en el cuarto del fondo, el pedir perdón demasiado tarde porque sabes que debiste haber hecho mejor.
Era ella.
O no, era ellos, los médicos. Era los doctores que no notaron que esto no era un debilitarse, no era enfermedad, no era muerte natural. Era algo me está matando, nos está separando de la vida, algo se apodera de mí y me lleva lejos. Y no lo vimos, no sabemos, no supimos. No importan la experiencia, los títulos, los diplomas en la pared. Te escurriste de nuestras manos como arena tibia en una mañana soleada.
Era ellos.
Era todos. Era la enfermedad, la muerte, la impotencia, los ojos cerrados, el no saber, el mirar al costado, el recuerdo y el verte al final del pasillo, sin color en el rostro, la sonrisa débil, las manos vacías y yo al fondo, al otro lado, lejos ya, muriendo, errando, desviando la mirada, cerrando el libro, final del cuento, adiós amado, adiós mi vida y no hay nada que pueda hacer ya, el sol se pone detrás de las olas, cierro los ojos, cierro el libro, se acaba el cuento, ve tranquilo, el amor duerme, se terminó el libro, llegó el final, nos escapamos, despedida infinita, que no termine este abrazo, pero mis ojos están cerrados y soy cuerpo inerte, el alma flota en la habitación y se va lejos, no queda duda: es el final.
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jueves, 15 de octubre de 2015
Morar
Hace diez millones de noches
que no duermo.
Vives en mi cabeza,
robas mi sueño.
Vives
en el tic tac del reloj,
en los ruidos de la calle
desierta,
en el sonido de las gotas
del caño de la cocina
que cuando te fuiste
dejó de funcionar.
Esta casa inmensa
solo alberga tu recuerdo
y mi fantasma.
Acechamos los pasillos,
arrastramos las cadenas,
caemos al abismo
del olvido,
de la pena.
que no duermo.
Vives en mi cabeza,
robas mi sueño.
Vives
en el tic tac del reloj,
en los ruidos de la calle
desierta,
en el sonido de las gotas
del caño de la cocina
que cuando te fuiste
dejó de funcionar.
Esta casa inmensa
solo alberga tu recuerdo
y mi fantasma.
Acechamos los pasillos,
arrastramos las cadenas,
caemos al abismo
del olvido,
de la pena.
jueves, 10 de septiembre de 2015
VII
Perteneces a todos
pero no eres la ciudad,
aunque como ella,
estás llena de soledades.
El cielo,
el suelo
y el infierno
vienen juntos
con tus soledades.
El fin de la pesadilla
llegará pronto.
Al despertar
descubrirás que
viviste el más
sublime de los sueños.
Cerrarás los ojos
intentando volver,
pero quedarás en vela
en una noche eterna.
Como la ciudad
perteneces a todos.
Como el cielo,
el suelo
y el infierno
y tus tan amadas
soledades.
pero no eres la ciudad,
aunque como ella,
estás llena de soledades.
El cielo,
el suelo
y el infierno
vienen juntos
con tus soledades.
El fin de la pesadilla
llegará pronto.
Al despertar
descubrirás que
viviste el más
sublime de los sueños.
Cerrarás los ojos
intentando volver,
pero quedarás en vela
en una noche eterna.
Como la ciudad
perteneces a todos.
Como el cielo,
el suelo
y el infierno
y tus tan amadas
soledades.
jueves, 20 de agosto de 2015
Sin título
O le falta al Amor conocimiento
o le sobra crueldad
(...)¿quién ordena
el terrible dolor que adoro y siento?
(Cervantes)
Te irás una vez más
y yo quedaré en la calle, vacío
mi pecho; mi nombre, Soledad.
El mundo seguirá
apretando su odio contra mí. Y mis
brazos, vacíos; sin risa el rostro;
distante el pasado,
pisándome la frente, el futuro
golpeando mis entrañas, el hoy.
No voltearé hacia ti.
No encontraré recuerdos, no esperaré
tu mano acariciando mi piel.
Preguntaré, en cambio,
qué camino me sacará del limbo,
del vacío. Preguntaré
cuál de estos caminos
será el que finalmente me lleve
y me arranque de la verdad.
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jueves, 30 de julio de 2015
No
No seré yo
lo primero que veas al despertar,
ni mi cuerpo
lo que te mantenga caliente en las frías
noches de este invierno.
No será mi recuerdo
lo que te persiga en sueños,
ni la ilusión
la que construya tu futuro,
ni mi llanto
lo que consueles cuando caiga
de muy alto.
No será el silencio
lo que disfrutes a mi lado,
mi canto
el susurro en tu oído,
mis labios
zumbando en tu cuello.
No seré yo
ni serás tú
lo que veamos al alzar los ojos
hacia el espejo.
No estará mi sombra
pisándote los talones
cuando quieras huir
del mundo.
Detrás de las esquinas
solo hallarás aire
vacío y nostalgia,
pues no habrá
sorpresas esperándote.
No conocerás el universo conmigo
ni vivirás nada nuevo a mi lado
ni imaginarás ciudades a medida.
Los sueños, los días, los dolores de cabeza
no serán compartidos.
Las risas, los llantos, los golpes,
los gritos,
el odio, el amor.
No seré yo, no seremos tú
lo primero que veas
al despertar
ni lo último que pensemos
al ir a dormir.
lo primero que veas al despertar,
ni mi cuerpo
lo que te mantenga caliente en las frías
noches de este invierno.
No será mi recuerdo
lo que te persiga en sueños,
ni la ilusión
la que construya tu futuro,
ni mi llanto
lo que consueles cuando caiga
de muy alto.
No será el silencio
lo que disfrutes a mi lado,
mi canto
el susurro en tu oído,
mis labios
zumbando en tu cuello.
No seré yo
ni serás tú
lo que veamos al alzar los ojos
hacia el espejo.
No estará mi sombra
pisándote los talones
cuando quieras huir
del mundo.
Detrás de las esquinas
solo hallarás aire
vacío y nostalgia,
pues no habrá
sorpresas esperándote.
No conocerás el universo conmigo
ni vivirás nada nuevo a mi lado
ni imaginarás ciudades a medida.
Los sueños, los días, los dolores de cabeza
no serán compartidos.
Las risas, los llantos, los golpes,
los gritos,
el odio, el amor.
No seré yo, no seremos tú
lo primero que veas
al despertar
ni lo último que pensemos
al ir a dormir.
jueves, 18 de junio de 2015
infierno
El ángel ha venido otra vez.
"Por fin", pienso.
"Llegó la hora de irme".
Pero no:
el ángel ha venido
para burlarse de mí.
No podré seguir sus pasos,
no ha dejado huella;
solo el insoportable eco
de su voz.
El trágico recuerdo
de su risa.
Será la eterna espera
la que me mantenga viva,
la ilusión maligna
del mañana.
De nuevo vendrá el ángel,
yo respiraré
solo para que su risa
-esa mueca retorcida-
me enseñe la verdad.
"Por fin", pienso.
"Llegó la hora de irme".
Pero no:
el ángel ha venido
para burlarse de mí.
No podré seguir sus pasos,
no ha dejado huella;
solo el insoportable eco
de su voz.
El trágico recuerdo
de su risa.
Será la eterna espera
la que me mantenga viva,
la ilusión maligna
del mañana.
De nuevo vendrá el ángel,
yo respiraré
solo para que su risa
-esa mueca retorcida-
me enseñe la verdad.
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