miércoles, 26 de mayo de 2010

(sin título)


Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose.
Lejana
Julio Cortázar



Pensó que era su reflejo, pero cuando vio bien, se dio cuenta de que era la imagen de alguien más al otro lado del vidrio.
Pensó que se veía diferente, que se movía diferente, que olía diferente, pero era alguien más, no era ella, era una lejana, una antípoda, una que solo vivía en su imaginación y que se estaba concretando ahí, al otro lado del vidrio.
De todas maneras era imposible. Estaba cerca, cerquísima, pero las dividía una barrera de vidrio y el carro que la llevaba automáticamente quién sabe a dónde. Se separaban, no podían estar juntas, ella sabía bien qué pasaría en el abrazo porque había leído esa historia miles de veces.
Las ruedas siguieron girando, se alejaron por única vez, ya no la veré, el peligro ha pasado, ya no escribiré sobre ella, ya no sufriré por ella, ya no más.
Seguirá siendo la lejana, seguiré tratando de ignorarla, seguiré siendo yo sola.
No confundiré mi reflejo, porque ahora será siempre mi reflejo.

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