domingo, 25 de abril de 2010

De también Tarcila

Todos tenemos múltiples personalidades. Solo que algunos las ocultamos muy bien. Esto funciona cuando tienes que guardar las apariencias, simular ser un niño normal y centrado. Pero cuando la otra personalidad empieza a pelear con la dominante, se rebela y afecta al total de la persona, la habilidad de camuflaje resulta negativa para la salud mental del individuo.
Hace un año, Tarcila empujó a Claudia para tener un nombre y una personalidad separada de la que daba la cara. Tarcila se independizó y, muy tecnológica ella, se hizo un blog muy aparte del Prende la luz, que tenía algunos lectores a quienes hacía reír. Tarcila y Claudia decidieron que no era justo que los lectores del Prende la luz, que esperaban que se les arrancase una sonrisa al leerlo, se ganaran con los rollos sentimentales y melancólicos de la pobre Tarcila, que en ese entonces era muy tímida y casi no salía.
Es así como el 25 de abril de 2009 nace También Tarcila, muy sepia ella, para darle a Tarcila su propio espacio. La elección de los colores fue interesante, porque Claudia, quien estaba ayudando a Tarcila a escoger una plantilla para el blog, buscaba los grises, pensando que esos eran los colores de la melancolía. Pero estaba equivocada. Los colores de Tarcila, de la melancólica Tarcila, de la siempre enamorada y nunca correspondida Tarcila son los sepias, tonos del desencanto y del desamor.
Ahora, un año después, Tarcila sigue escribiendo con irregular periodicidad, escribe lo que piensa y ya no tiene vergüenza de verse vulnerable, de decirle al mundo que sí, que se enamora y que llora de vez en cuando. Tarcila ha marcado su distancia de Claudia, la clo, la clopis, y ahora las dos están más tranquilas, porque Claudia ya no tiene que luchar contra Tarcila, que cada día se hace más fuerte, y puede seguir disfrutando de ser ella, de ser única. Igual Tarcila. Son ellas, son dos, son separadas y son opuestas. Opuestas pero complementarias.
Claudia quiere a Tarcila y la quiere más aun ahora que ha salido de ella. La quiere más porque, lejos de ella, ahora la puede conocer más, lee sobre Tarcila y quiere seguir siendo Claudia de Tarcila, Tarcila de Claudia. A pesar de las diferencias, Tarcila y Claudia son buenas amigas, inseparables aunque esto suene obvio. A pesar de las diferencias, Tarcila no quiere dejar a Claudia y viceversa. Aprenden mucho la una de la otra.
Feliz día, Tarcila. Feliz día.

Hoy cumplimos un año

Feliz día Tarcila.
Feliz de haberte descubierto en mi.

sábado, 24 de abril de 2010

viernes, 23 de abril de 2010

Verte

Quisiera no verte más,
pero de mi mente no puedo escapar
y al parecer, no quieres salir.

Entonces, estamos atrapados los dos,
cautivos en mi cerebro
que hace lo que quiere conmigo.

Quisiera no verte más,
pero de mi mente no puedo escapar
y al parecer, no quiero salir.

domingo, 18 de abril de 2010

Tarcila ha vuelto a hablar de ella

Me gusta verme.
En fotos, en el espejo, me gusta verme.
Me gusta verme para saber quién soy, para recordarme.
O para olvidarme.
Me gusta leerme.
En papel, en mi mente, me gusta leerme.
Me gusta leerme para conocerme más, para quererme.
O para odiarme.
Me gusta escucharme.
En una grabación, en tu voz, me gusta escucharme.
Me gusta escucharme para reconocerme, para identificarme.
O para contrastarme.

Me gusta sentir que estoy viva, que soy parte de mí.
Me gusta saber que cuento conmigo, que no me voy a ir.
Me gusta pensar que tal vez sea la única persona con la que pueda contar.

Me gusta aprender cosas nuevas de mí, me gusta sorprenderme de vez en cuando.
No es ego, es necesidad. Necesito saber quién soy. Necesito conocerme para poder conocerte. Necesito identificarme conmigo misma antes de salir al mundo y enfrentarme con decenas de personas todos los días.
Necesito saber quién soy, qué quiero, cómo me veo, qué pienso, cómo razono.
Necesito saberme para saberte. Para saber a los demás.
No es ego, no. Es pura necesidad, es puro instinto de supervivencia.

jueves, 15 de abril de 2010

Paseo

Camino asustándome cada tanto con mi propia sombra,
la basura se bota en bolsas negras para que nadie más la vea.
Camino escuchándome cantar, escuchando cantar a alguien más,
la vida se vive aparentando, para que mucha gente nos vea.

Tarcila necesitaba un rato consigo, así que salió a caminar. En su recorrido vio caras, miles de caras que se derretían como relojes. En su recorrido pensó que era momento de cambiar algunas cosas de su vida, pero no tenía ni las suficientes ganas ni las suficientes fuerzas para hacerlo.
Tarcila se conoció un poco más ese día y sonrió. También frunció el ceño, claro, porque no todo lo que una descubre de sí misma es siempre bueno. El balance del día dio positivo, sin embargo.
Llegó a su casa y tuvo que zambullirse nuevamente en el día a día, en la familia, en la sonrisa forzada, en el complacer a todos. Llegó a su casa y tuvo que dejar de cantar, tuvo que dejar de decir lo que pensaba. Llegó a su casa y tuvo que ponerse el disfraz de familia, el disfraz de ser social. Dejó de ser un ser-humano para ser un ser-social.

Sigo caminando en la calle, en mi cabeza.
Las luces de los autos no me distraen, y menos las amenazas de los choferes.
Paseo por kilómetros mirándolo todo a mi alrededor, quedándome solo con lo bueno,
las estrellas, que han decidido salir esta noche, me dicen que ha sido una buena idea la mía.

sábado, 10 de abril de 2010

Adiós

Sentimos que nos estamos diciendo adiós.
Ya todo se está volviendo nuevo y no hay lugar para lo viejo, para nosotros.
Somos viejos, somos historia antigua, sin tiempo, sin lugar. Todo ya cambió y nos estamos diciendo adiós.
Somos lo ya casi olvidado, lo que, si no se nombra, no se recuerda.
Incluso ya casi ni tenemos nombre. Nuestro nombre, de mil letras, ahora solo tiene un par. Se han borrado las demás y es difícil descrifrarnos.
Sentimos que nos estamos diciendo adiós. O tal vez no nos podamos decir adiós, quizás sea demasiado tarde para voltear y hacer siquiera un ademán con la mano.
Quizás nos hemos hecho demasiado viejos como para mirarnos.
Quizás nos hemos hecho demasiado viejos como para hacer un gesto de despedida.
Pero nos estamos diciendo adiós, con la mano, con la cabeza, con la boca o con la mente.
Nos estamos diciendo adiós, cada uno a un lado del camino, yendo en direcciones contrarias.
¿Contrarias, o paralelas?
Sea como sea, no nos encontraremos más, estamos ya a kilómetros de distancia, nos decimos adiós.
Nos estamos diciendo adiós sin amor, sin cariño, pero sin odio. Simplemente nos despedimos, nos separamos, ya con indiferencia, ya con dejadez.
Nos estamos diciendo adiós y no sé si me conmueve, si me mueve al menos. No sé si siento algo por esta separación.
Nos estamos diciendo adiós y yo sigo aquí, sin tratar de cambiar el rumbo, de volver a ti.
Nos estamos diciendo adiós, nos estamos diciendo adiós y tú no quieres regresar. Tampoco quieres irte, te da igual, pero nos estamos diciendo adiós.
No es que nos obliguen a seguir, no es que nos obliguen a volver. No queremos irnos, no queremos quedarnos, solo avanzamos, es inercia, es fuerza de gravedad que ha hecho lo que quería, se ha vuelto loca la fuerza de gravedad y nos atrae a lados diferentes.
¿Qué queremos? ¿Qué quieres tú?¿Qué quiero yo?, no sé.
¿Qué quiero yo? Ya ni sé para qué empecé esto, ya ni sé para qué vine acá.
He olvidado lo que soy, hemos olvidado lo que somos, lo que queremos, por lo que luchamos.
Sentimos que nos estamos diciendo adiós y no nos mueve, no nos conmueve. No nos compete. Nos desligamos del adiós, nos desligamos del sentir.
Nos desligamos del sentirnos, porque nos estamos diciendo adiós.